De vuelta a la escuela—Escuela de Artes Culinarias
Hay una frase de Julia Child que es mi favorita, porque aplica mucho a mi historia: “Encuentra algo que te apasione y mantente tremendamente interesado en él.”
El 2020 fue un año de mucha incertidumbre, tristeza, realizaciones y para mi, de mucho aprendizaje. Y es que luego de pensarlo mucho, de coquetear con la idea, y de anhelarlo, decidí que iba a ir a la escuela culinaria. Resulta que un día caminando por una concurrida calle en Cambridge, Massachusetts, me topé con una escuela de artes culinarias (que resulta era concurrida por Julia Child), y decidí ir a clases recreacionales, pero descubrí sobre su programa de certificación en artes culinarias, y decidí matricularme. La cocina siempre fue algo que me apasionaba. Cocinar es mi escape, me relaja y no hay nada que me haga más feliz que compartir una mesa llena de platos deliciosos, y hacer feliz al prójimo a través de lo que cocino.
El 15 de septiembre del 2020 fue mi primer día de clases en la Escuela de Artes Culinarias de Cambridge en Massachusetts. Fue un día de mucha emoción, miedo, felicidad e incertidumbre. Volvía a la escuela luego de 9 años de haber culminado la escuela graduada en un ámbito diferente (química) y hacía esto mientras mantenía un trabajo a tiempo completo como científica. Mis clases eran dos días a la semana, los martes tenía el curso de “food basics” y los miércoles, era repostería. Las clases estaban estructuradas con dos horas de clase, y luego el resto del día en el laboratorio, que era la cocina. Tuve los mejores compañeros de clase y los mejores chefs instructores. Fueron cuatro meses intensos, pero necesarios, pues me distraje de todo el caos que estábamos viviendo en plena pandemia.
Durante esta experiencia aprendí de técnica, como coger debidamente un cuchillo (y que cuchillo se usa para cada tarea), ejecución, plateo, pero también aprendí muchísimo de mi. Disfrute tanto la experiencia, fueron días de mucho stress, días en que entraba al “walk-in fridge” frustrada a llorar, por la presión de que tienes muchas cosas que hacer, la mayonesa no sale, la salsa holandesa se corta o el soufflé no sube, pero volvería a vivir la experience nuevamente.
Y, ¿qué aprendí de esta experiencia?:
A cultivar mi paciencia, que es una virtud muy importante en la cocina.
A entender el producto, a que la comida está cuando tiene que estar, y no en el tiempo que la receta dice.
A manejar mejor el tiempo. Todos los días teníamos un “service window” que es cuando la comida tiene que estar servida, y el chef instructor toma nota de si te demoras en el servicio, de lo limpio que está el plateo, de la temperatura de la comida. Luego de cocinar, probar lo que habíamos hecho y dar críticas, tocaba la peor parte, la limpieza. En la escuela no teníamos personal que lavara los platos y el “montón” de ollas que usábamos era impresionante, pero limpiar era parte de nuestra formación como chefs.
A manejar el estrés, pues no es fácil tomar un examen práctico y tener una persona caminando constantemente a tu alrededor con una libreta tomando nota de todo lo que haces y cuestionando/retando tus decisiones. Si has visto el programa Chopped, el examen final fue algo parecido, recuerdo haber tenido pesadillas previo al examen. Pero mientras estaba en el examen lo disfruté muchísimo.
A salir de mi zona de comfort, y simplemente disfrutar el momento.
A que puedo lograr todo lo que me proponga, que el camino no es fácil, pero cuando se hace lo que uno quiere, se disfruta. ¡Me gradué con honores y di el discurso de la clase!
La decisión de ir a la escuela culinaria es la mejor decisión que he tomado en mi vida. Pienso que somos como un cuchillo, que si no nos amolamos constantemente nos embotamos, así que sigamos educándonos, aprendiendo y haciendo lo que nos apasiona.